Lugares públicos

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Como dentro de poco me iré para una larga temporada, paseo por unas cuantas ciudades españolas fijándome instintivamente en lo que más me gusta, en lo que se me volverá más valioso cuando lo examine en el recuerdo y tal vez lo añore. Es raro hablar afirmativamente de algo en España, quizá porque la toxicidad de la atmósfera política lo impregna casi todo, y la política se hace en nuestro país sobre todo a base de furiosas negaciones, cuya finalidad parece más irritar al contrario que comprender la realidad y buscar maneras racionales y no delirantes de mejorarla. Observar la realidad con sentido común y con las herramientas adecuadas para evaluarla —más números y menos palabras, quizá— parecería la condición mínima para formar opiniones personales y tomar decisiones políticas; además, cuanto más información objetiva se maneje, más fácil será ponerse de acuerdo en lo evidente y reducir a sus términos adecuados y beneficiosos el espacio para la discordancia. Como decía el senador demócrata Daniel Patrick Moynihan, las personas tienen pleno derecho a sus propias opiniones, pero no a sus propios hechos. Y cuanto menos se consideren y se evalúen los hechos, con rigor contrastado, más prevalecerán los exabruptos, la incompetencia práctica en el ejercicio del poder, los desatinos colectivos.

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Karl Schloegel (2009)
Karl Schloegel (2009)