Las erratas

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¡Atmósfera califa, escribí sin darme cuenta! Las erratas son roedores unas veces diminutos y otras considerables que se esconden en cualquier parte, y nunca con más eficacia que cuando lo hacen en plena luz. Decía André Breton que las erratas son sagradas, pero ésta mía ha quedado entre Villaespesa y La Venganza de don Mendo. Atmósfera califa, embrujo oriental, Andalucía moruna… Cuando yo escribía en Diario de Granada había tantas erratas que uno abría el periódico para buscar su artículo dispuesto a llevarse cualquier sorpresa. Una vez escribí que un parque de Granada se había salvado “del cemento y la desidia”, pero me lo mejoraron bastante al poner “del cementerio y la desidia”. Y de vez en cuando, queriendo decir “el diario madrileño El País” decían “el diario motrileño” lo cual ofrecía una variante simpática sobre la sede del periódico, quizás una crítica soterrada al centralismo de Madrid, siempre tan censurable. Otras manías verbales eran más pintorescas. De vez en cuando hice tentativas de titular usando la expresión “peregrino en su patria”. No hubo manera. Invariablemente me ponían “peregrino en su tierra”, como si en ese título del pobre Lope de Vega hubiera un indicio de franquismo.

La mejor errata de mi vida estaba en una antología de la generación del 27 editada por Cátedra. En el momento más dramático de la Canción del Jinete de Lorca, una errata formidable arruinaba el poema con un pinchazo de comicidad que lo hacía estallar como un globo: En vez de “Ay qué camino tan largo/ ay mi jaca valerosa”, el duende de las erratas despeñaba a Lorca en el sainete: “Ay qué camino tan largo/ay mi Paca valerosa”.

Cuando yo era oficinista en el ejército, allá por las postrimerías del Medioevo, uno de nuestro entretenimientos era llenar de erratas feroces los documentos que escribíamos a máquina. Nadie se dio cuenta jamás. Como no nos pillaban nos atrevíamos cada vez a mayores disparates. El Regimiento de Cazadores de Montaña en el que servíamos a la patria se llamaba unas veces de Capadores de Montaña, y otras de Catadores de Montaña, lo cual no menguaba su marcialidad, pero ampliaba el campo de sus tareas. Y como se llamaba además “Sicilia 67” nosotros le buscábamos variaciones: Vega Sicilia 67, Sifilia 67, Zoofilia 67. Hasta nos atrevíamos a terminar los escritos poniendo “Dios guarde a usted munchos años”, sin el menor problema.

Y así se iban pasando las horas, los días…