El mejor envoltorio

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No hay envoltorio más útil que una bandera. Te envuelves en ella, pones ademán de heroísmo y agravio y es como si te hubieras envuelto en el santo sudario, en la malla roja y azul de Superman. Envuelto en la bandera cualquier crítica o cualquier acusación se convertirán en insultos a la patria que la bandera representa. En vez de una investigación o una corrección organizarás un acto de desagravio, a ser posible con alguna multitud llenando una plaza, agitando banderas. Esto viene de antiguo. En el franquismo las protestas exteriores contra las barbaridades habituales del Régimen -un estado de excepción, una ejecución a garrote vil- eran presentadas en los telediarios como ataques a España. A toda España, a cada uno de los españoles, a la España inmemorial. Desde la invención del bocadillo, la megafonía, la pancarta y el transporte gratuito en autobús, la épica del patriotismo se volvió mucho más imponente. Cambiaron los tiempos, pero los agitadores de las identidades siguen cultivando el mismo reflejo defensivo. La bandera es un caparazón protector que exime de las molestias de la transparencia. Lo primero que hacen los saqueadores de las instituciones públicas, cuando los descubren, es convertir las acusaciones concretas en agravios generales contra la patria siempre acosada. Por supuesto que en una sociedad regida por las leyes la presunción de inocencia es sagrada: pero lo que tiene que hacer un responsable público es favorecer el conocimiento de la verdad, no envolver los hechos dudosos en un clamor de colectividad ultrajada.

Digo esto por la reacción de ese consejero del gobierno andaluz ante la investigación del mal uso de fondos de ayuda destinados a la formación de los trabajadores. El consejero se envuelve en la bandera y exclama: “Esto es un atropello a Andalucía, una vergüenza y una acusación general a Andalucía”. La inundación de patriotismo es una niebla general que impide distinguir los actos individuales y diluye las responsabilidades jurídicas y políticas.

Más transparencia, y más seriedad y rigor en la administración de lo público, y menos aspavientos de honor ofendido. Menos gritos patrióticos y más accountability, por usar una palabra que requiere una traducción clara e inmediata al lenguaje político español. A lo mejor llega un día en que la gente se canse y no acepte con tanta facilidad que las banderas se usen para tapar las vergüenzas.