Otras vidas

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En Brooklyn, en un mercadillo, una sombrerera con la tapa y los laterales cubiertos por etiquetas de transatlánticos, de hoteles y de balnearios. La abro y está llena de postales. También hay un cierto número de fotografías. Fotos en blanco y negro de niños de los años treinta o los años cuarenta, de una pareja de recién casados bastante tristes, ella con unas gafas de mucho aumento y una sonrisa amedrentada, de una cena alrededor de una mesa, con gente bien vestida, como de 1950, con un aire general de alegría que ahora tiene un efecto funerario. Un hombre con traje claro y sombrero de paja, de pie en una especie de páramo en el que no parece que haya ningún motivo para hacerse una foto. En el reverso, una fecha exacta: el 25 de junio de 1910.

Quizás la sombrerera era de una abuela y las fotos fueron acumulándose en ella como estratos geológicos. El más reciente, las postales, casi todas en color, casi todas dirigidas al mismo hombre, Al Giglio, que vivía en New Jersey, que era sin duda homosexual, que tenía amigos viajeros que le mandaban postales desde cualquier sitio del mundo, desde un transatlántico o desde una playa en Santo Domingo, desde Oslo, desde Florencia, desde Almuñécar. A partir de los años ochenta las postales se vuelven más explícitas: Al Dearest, My little cute Al, etc. En una postal en la que se ve el Vesubio un amigo le cuenta que ha conocido a un chico en Milán y lo ha seguido apasioanadamente hasta Nápoles. Otro le escribe para decirle que lo espera en el muelle de Nueva York antes de embarcarse para Europa.

Me llaman porque me he quedado muy atrás y cuando cierro la sombrerera con toda su fiebre de vidas muertas y perdidas es como cerrar el ataúd del pobre Al Giglio, que guardaba con tanto cuidado sus postales,  a lo largo de tantos años, para nadie.

Pompeii (Copyright: Discovery Channel)
Pompeii (Copyright: Discovery Channel)